La resaca de la burundanga
Este blog se ha retomado con los mismos medios con los que comenzó hace diez años: ninguno. Y sin grandes pretensiones, como entonces. De manera que, una vez publicado el artículo sobre el vídeo viral de la supuesta burundanga, me he dedicado a atender otros aspectos de mi vida, más por obligación que por gusto.
Un amigo del blog compartió la publicación en Menéame, consiguiendo llegar a portada en veinte minutos, contra todo pronóstico. En este sentido, toca también agradecer a Alejo Alberdi el haber peleado el artículo por diferentes redes sociales y comentarios de los medios que han ido replicando la noticia sin hacer ninguna otra comprobación.
Lo cierto es que, a partir de la noticia original de El Mundo, tardé dos cervezas en localizar a la chica, sus amigos e incluso sus números de teléfono y direcciones (por cierto, bonita vivienda unifamiliar la de Kristal). No obstante, por no invadir su intimidad, no quise ni siquiera publicar ninguna de las capturas de sus historias de Instagram, pues el objetivo de estas publicaciones es que desaparezcan a las 24 h.
El filtro de El Mundo: xenofobia, sí; enlaces a fuentes primarias, no
El periodista Pablo Herraiz se ha disculpado públicamente y ha rectificado la noticia original, lo cual le honra: sé que es bien jodido desdecirte de algo que has publicado y ha tenido tanta difusión. Reconozco que ciertas expresiones empleadas en el artículo anterior pueden resultar de mal gusto, pero me pareció el mejor enfoque para intentar desmentir el bulo.
Dejando de lado a Herraiz, quiero señalar que, desde el viernes, el encargado de aprobar los comentarios de la versión digital de El Mundo estuvo bloqueando buena parte de los aportes que envié con la intención de demostrar la falsedad de los hechos relatados, mientras dejaba vía libre a todos esos desgraciados que habían convertido el tema en una excusa para alentar la xenofobia (un brasileño en Brasil, qué vergüenza)...
Maldito Bulo y la atribución de fuentes
Hoy he visto cómo Alejo, además de tratar de contrarrestar el efecto de las informaciones falsas que se publicaron y replicaron a lo largo de todo el fin de semana, también ha intentado que en la publicación que hizo ayer Maldito Bulo se me reconociese el papel de haber sido la primera fuente que publicó un artículo para desmentir el fake original. En una edición posterior, Maldito Bulo ha incluido un enlace a la publicación para decir que «contrariamente a lo que algunas webs que hablan del bulo afirman [ahora con enlace a este blog] en ningún momento dicen que conozcan a quien lo ha hecho, sino que quien conoce al hombre dice que fue una broma y que no colocó nada en la bebida […] eso nunca sabré si es cierto porque la copa estaba vacía y que fue una broma del negro».
Ellos sí que han publicado las capturas de las historias de Instagram, y junto a la de la protagonista, se puede ver que se refieren al chico del vídeo como «o Pretao», con inicial mayúscula, lo que apunta más a un mote que a una descripción. Además, no es mucho más difícil relacionar al chico con la pareja de chicas, pero, insisto, no tengo ningún interés en favorecer que los protagonistas del vídeo sigan teniendo que aguantar más oligofrénicos vía Twitter, por ejemplo, donde una caterva de pajilleros y soplapollas han dedicado unas cuantas horas de sus tristes vidas a decirle a Kristal que estaba pidiendo a gritos que le echasen algo en la copa.
En este blog tenemos la autoestima ya convalidada, y casi preferimos que se ahorren las referencias que no hayan querido hacer desde un primer momento y aprovechen la coyuntura para aportar un poco de raciocinio a todo este sindiós que rodea cualquier noticia que tenga que ver con la dichosa burundanga. Los periodistas no deben ser nunca la noticia; mucho menos los blogueros. Y sí: que alguien se lo recuerde a Marhuenda.
La culpabilización de las víctimas En la misma línea, quiero aclarar otro punto que ha despertado alguna crítica en los comentarios de la noticia en Menéame, donde algunos usuarios entendieron el último párrafo como una manera de culpabilizar a la víctima de una agresión.
No. Nunca. En este blog nadie va a tratar de trasladar la culpa de una agresión sexual a la víctima. El cometido del último párrafo era aclarar cómo se producen los ataques en este contexto y qué sustancias intervienen. A la luz de todos los informes, la predominancia del alcohol es indiscutible.
En cuanto a la última frase («A ver si es que estamos tan preocupados de que no nos echen nada malo en la copa que no nos damos cuenta de lo que ya tenemos dentro»), sólo intentaba reflejar una realidad que expone la coordinadora de Energy Control Núria Calzada:
«“La gran mayoría de los casos de agresión sexual no tienen que ver con la sumisión química, sino con la vulnerabilidad química”, indica la coordinadora de Energy Control. Es decir, esa escena de un hombre vertiendo droga en el vaso de una mujer es pura ficción. Lo más probable es que ese hombre utilice la situación de ebriedad de una mujer —a la que ha llegado libremente consumiendo alcohol o drogas— para robarle o atacarla sexualmente.»
Desde aquí pareció oportuno señalar este punto, ya que con más información es posible llevar a cabo una mejor prevención. Y eso no tiene nada que ver con que las potenciales víctimas tengan que dejar de beber alcohol cuando salen, sino con dejar de poner el foco en actitudes y costumbres inexistentes para pasar a centrarse en el modo en que de verdad suceden estas agresiones.